El noveldense Alfredo Navarro, experto en realización y dirección cinematográfica tras estudiar en Madrid, decidió un día cumplir un sueño: llegar a Japón. Pero todavía fue a más, ya que Alfredo quería demostrar que es posible dar la vuelta al mundo sin un solo céntimo, contando con la ayuda de empresas y personas solidariamente. En este viaje, repleto de aventuras, anécdotas y sufrimiento, ha recopilado un interesante material que muy pronto verá la luz con la publicación y difusión de un documental creado por él mismo.
Alfredo se sintió limitado, nadie creía en su proyecto, pero aún así, siguió adelante. Alfredo no lo dudó y se fue solo. Recibió el apoyo de algunas empresas, así como también del Ayuntamiento de Novelda, que no se comprometió a otorgar ayuda económica, pero sí logística.
Desde Sax, la empresa Finstral se comprometió a llevarlo en uno de sus camiones cerca de Venecia (Italia). Durante el viaje, Alfredo hizo "vida de camionero", ayudando con el reparto y las descargas; a cambio, el chófer le mantuvo durante los días que duró el viaje. Finalmente, se despidió del conductor en un área de servicio a 400 km de Venecia, donde ya pudo experimentar algunos de los problemas que estarían presentes durante todo su viaje. Se sintió solo, pasó hambre, tuvo problemas para comunicarse y temió por el robo de su equipaje. En las áreas de servicio es habiual encontrarse con delincuentes y prostitutas, y su tienda de campaña llamaba demasiado la atención. Después de estar un día sin moverse del lugar, gracias a la ayuda de un camionero y un policía, consiguió llegar a la estación de trenes de Venecia, donde se coló en uno de ellos y desde allí se puso en contacto con quien pasaría cinco días en la ciud
ad. Pasó los días recorriendo la ciudad y aprendiendo de la gente, de su cultura y de su estilo de vida.
Para llegar a París, Alfredo volvió a colarse en uno de los trenes que le llevó hasta Milano y desde ahí hacer un transbordo donde cogería otro tren hasta París. En este tren le pidieron su billete y al no llevarlo, enviaron una multa a España, pero pudo continuar con su viaje. En París, desde su encuentro con su contacto, la dinámica fue la misma que en Venecia, actuaba como una "esponja", aprendiendo de otras culturas.
Alfredo tuvo que utilizar aproximadamente 69€ para pagar un billete de autobús de París hasta Berlín, siempre manteniendo la promesa de recuperar este dinero porque era parte del destinado para la producción del documental. En Berlín tuvo problemas para contactar con la persona que lo esperaba. Unos españoles estudiantes de alemán le recomendaron un bosque para dormir. Pero cada ruido que escuchaba en mitad de la noche le inquietaba y no podía. Así que pasó las noches despierto y cuando salía el sol iba a un parque en el que dormía por el día.
En Rusia se hospedó en un hostel y también pasó varios días con una amiga recorriendo St. Petersburgo (todos sus contactos los conoció por Internet, facilitándole casa y comida durante unos días). No podía entrar en China porque no conseguía el visado y en alguno de los momentos más duros pensó quedarse de ilegal. Su otra opción, y por la que finalmente optó, era cruzar toda Rusia hasta Vladivos
tok en tren y avanzar hasta Japón en barco. Durante el viaje aprendió de otras culturas e hizo nuevas amistades. Al llegar a Japón, cogió un tren directo hasta Osaka y después de algunas dificultades logró ponerse en contacto con la familia que lo estaba esperando. Pasó los días recorriendo la ciudad y degustando platos típicos japoneses.
Lo que empezó siendo un documental para Alfredo, se transformó en una experiencia personal desde su entrada a Rusia. Alfredo destaca el contraste de Berlín y Rusia, donde la población mayoritariamente es pobre y a pesar de ello, le tendía la mano. Además, Alfredo tuvo muchos problemas con el idioma. Una de las anécdotas que destaca nuestro aventurero tiene lugar en el tren en el trayecto Rusia-Vladivostok. Durante el viaje, Alfredo jugó en numerosas ocasiones al ajedrez con personas mayores (sobre todo, aquellas que no entendían ni el inglés, ni mucho menos el castellano), y recuerda que al no poder comunicarse verbalmente, lo hacían mediante gestos y miradas. Una mueca podía significar que la partida se complicaba para uno de ellos; y un brillo en los ojos, la esperada victoria. Alfredo perdió todas las partidas, pero si algo ganó fue una gran intimidad con todas aquellas personas.
Aunque la aventura acabó hace aproximadamente un mes y medio, ahora Alfredo se dedica a la tarea más importante: la realización del documental, que hasta ahora, parece que se tratará de un DVD y un libro en los que podremos disfrutar a fondo de toda esta odisea y del sueño cumplido de este director de cine.
Por supuesto, aquí os dejamos el blog de Alfredo por si queréis echarle un vistazo.
El Periscopio Indiscreto
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